Una gran tempestad azotaba toda la costa este de Irlanda, éramos cuatro granujas sin oficio ni beneficio al borde de un acantilado, de repente se presenta un señor.
- Hola, mi nombre es Patrick ¿Os gustaría enrolaros en mi tripulación?
Estuvimos debatiendo largo tiempo, hasta que escuchamos un sonido... eran cascos de caballos...
- ¡Alto! ¿Quién anda ahí?
Patrick saca un mosquete y dispara, el hombre cae muerto, era un guardia real... Éramos hombres muertos, el disparo avisó a sus compañeros, no andaban lejos.
No tuvimos más opción que huir junto a Patrick...
Y así es como terminamos en el "Oddisey" un barco pirata, no hubiera estado mal si no fuera porque estábamos en el punto de mira de media Europa.
Esquivábamos galeones de todas nacionalidades, surcábamos mares, saqueábamos galeones españoles, hundimos algún que otro buque inglés. Hasta que llegó el día, en uno de esos puertos libres del caribe nos enteramos, nuestras cabezas tenían precio.
Barcos de toda nacionalidad nos venían a buscar, y así fue... Barcos españoles y franceses, se contaban por decenas. Balas de cañón, cortinas de humo y fuego, sangre derramada, gritos; era todo tan atroz... Conseguí sobrevivir a duras penas.
El barco tardó menos de cinco minutos en hundirse, me aferré a un barril, no sé cuanto tiempo estuve a la deriva.
Hasta que al fin llegué a la isla, una frondosa selva la vestía, no veía tanto verde desde aquel día en Irlanda, y pensé...
- ¿Quién se iba a imaginar que ese día cambiaría todo para siempre?
Aquel día en Irlanda me levanté pensando que sería un día más, y ahora mira... Lo que daría por volver atrás, poder estar allí y tomarme una pinta con aquellos rufianes... No sé qué habrá sido de ellos, supongo que habrán muerto en la batalla...
- ¡Moriré aquí solo, maldita sea!
Es tan importante, tan importante vivir el momento, pero no hablo de vivir sin que nada te importe, sino saber disfrutar hasta del más suave rayo de sol que acaricie tu cara.